obra 2020

por Bárbara Golubicki

Las esculturas de Jessica Trosman provienen de un profundo conocimiento de lo que implica correr los límites hasta romperlos. El movimiento de dilatación y la fuerza de torsión de las piezas evocan no solo una densa red de antecedentes plásticos anclados en el informalismo pictórico, sino también un lenguaje constructivo que, partiendo de elementos textiles, retoma prácticas signadas por la experimentación y generación de nuevas técnicas y materiales. Impulsada por un fuerte sentido de búsqueda de lo nuevo, la invención de telas, sus innovaciones o la creación de texturas formaron parte de un repertorio mental que no se contenta con acceder a un producto terminado, sino que concentra su energía al servicio de un trabajo, casi alquímico, atento a los procesos materiales.

En este sentido, sus estrategias artísticas parten de protocolos nacidos en este laboratorio en el que transformó su taller, pero sufren una distorsión y desvío en su paso al volumen. La preparación de las telas, la elección de su brillo y color, su puesta a punto para la temperatura a la que serán sometidas, viene acompañada de la realización de molderías disfuncionales. Jessica Trosman cose, infla, deforma y congela, potenciando el factor de la contingencia y el azar. El resultado es una serie de objetos esculturales singulares, capaces de sugerir escenas cargadas de erotismo, violencia o terror. Piezas que varían en escalas y color, que van de la saturación a mezclas más sucias, y que incluso incorporan rarezas como imágenes aleatorias sobre el soporte.

De este modo, es posible ver que el pasaje a la gramática espacial de la escultura puede entenderse como un tránsito en el que las líneas de continuidad literalmente se embrollan con puntos de ruptura. Permaneciendo en el idioma textil, Jessica Trosman se emancipa de la tiranía del cuerpo normado y conjetural, para saltar a la tridimensionalidad. Sus “monstruos”, el nombre con el que se refiere a sus piezas, están desprovistos del imperativo de la forma y, si bien son el efecto de una estética que sigue haciendo equilibrio entre el artesanado y lo industrial, corporizan ahora recuerdos, miedos, sensaciones que parecen invertir los vectores de deseo. Los “monstruos” desfiguran la anatomía, pero conservan la cualidad humana de la presencia, no solo en el modo contundente en el que ocupan el espacio, sino también a través de su dimensión táctil. Al tocarlos, es posible experimentar la transformación del brillo, de la tirantez y la dureza de su aspecto, en una materia suave y blanda, cercana a la carnosidad propia del cuerpo. Estos volúmenes conservan su esplendor radiante y un particular carisma: anudados, abollados, desplegados, enredados, arrugados, resultan el indicio de un gesto de potente ambivalencia, de nacimiento y de rompimiento, los restos de un proceso en el que la construcción de un universo se confunde con la destrucción de lo anterior.


©2021  -  Jessica Trosman   -  Diseño  Wohl Studio