de caminar sobre el borde


texto por Clarisa Appendino

Un día de noviembre de 1974 suena un teléfono en Múnich. La llamada desde París daba un anuncio triste e incomprensible. Alguien estaba, inesperadamente, a punto de morir y eso no podía suceder todavía. Para Warner Herzog, que por esos años era un joven cineasta, resultaba inadmisible que Lotte Eisner, la mentora del Nuevo Cine Alemán, muriera. Ante la noticia, un impulso impensado se transformó en un conjuro. Herzog tomó su campera, la brújula, un bolso con lo imprescindible, sus botas nuevas y emprendió una caminata en línea recta hacia París. Durante veintiún días caminó con la firme creencia de que ella seguiría con vida si él iba a pie.

Si excluimos de esta reflexión el caminar como medio de transporte, es decir, la manera en que caminar nos sirve interesada y técnicamente para ir diariamente de un lugar a otro, podemos arriesgar que existen al menos otras dos maneras de hacerlo. Una es aquella en la cual se camina sin destino, con la entrega de avanzar con un pie sobre el otro sin esperar nada más allá del horizonte. Es lo que se llama caminar a secas. La otra, es tal vez aquella que se realiza bajo un ritmo que pendula entre lo  absurdo y lo épico. Aquí caminar es hacer del caminar una experiencia que linda con lo sagrado.

Al reconocer el modo en que han sido realizadas las obras que se reúnen en la sala, la acción de caminar aparece como una manera de sondear y marcar la superficie por la cual las artistas se desplazan. En las obras de Mara Caffarone, María Elisa Luna, Julia Masvernat, Kirsten Mosel y Jessica Trosman se filtra un impulso sutil que nos introduce en el espacio abierto, el compartido, el público. Se cuela la ciudad, el viaje y los lugares inusuales como cantera de bocetos imprecisos que luego se transforman, lenta pero decididamente, en bordes de nuevas formas. Estos bordes se materializan al cortar o calar una superficie plana, al abollar una trama o un objeto aparentemente blando, o al marcar  los límites de la transparencia y desandar un nudo de líneas.

El borde como demarcación, orilla y límite de un objeto, es el área de contacto con el afuera y al mismo tiempo lo que constituye radicalmente su figura. De caminar sobre el borde reúne un conjunto de obras que señalan ese espacio límite de las formas, recorren la zona arbitraria -aunque definitiva- de las  cosas y se desplazan entre el calado, la pintura y el modelado. El borde aquí no es tanto una línea en el plano como una acción sobre el material: vinilo calado, tela abollada, vidrio tallado, madera recortada. La relación del borde con el espacio crea una gramática y propone finalmente diferentes maneras de caminar sobre el filo del vidrio, el canto de una pared, el grosor de una línea, el margen de una hoja, la orilla de una mancha, el reborde de las telas, la saliente de un pliegue, las aristas de la sala, el límite de las cosas.

Buenos Aires, agosto 2021

©2021  -  Jessica Trosman   -  Diseño  Wohl Studio